Cuando son nuestras creencias las que nos limitan

Lo que pensamos que podemos hacer muchas veces condiciona nuestro accionar. Es eso que me cuento de mis capacidades y habilidades, del famoso “puedo” o “no puedo”.

Nuestras creencias son pensamientos que tenemos todo el tiempo, hasta sin darnos cuenta. Todo el día estamos pensando diferentes cosas, una detrás de otra, en lo que podríamos llamar nuestra conversación interna. Y todo lo que nos decimos es producto de nuestros filtros, de cómo vivimos, nos relacionamos y percibimos lo que está afuera, lo que describimos como realidad. En ese mar de pensamientos, se incluye lo que pensamos de nosotros mismos, de nuestras capacidades, y así abrimos o cerramos nuestra posibilidad de acción.

Hablar en público, ante un par de personas en una reunión de pares o ante un gran número de gente, puede generar miedo o malestar para quien no está acostumbrado, y esto se manifiesta a través de síntomas en nuestro cuerpo (incomodidad, nervios, temblor, malestar en la voz, falta de aire, sudoración, o simplemente callarnos y no participar de un encuentro en el que podríamos tener mucho para decir. 

En términos científicos el miedo a hablar en público se conoce como glosofobia, y proviene de la unión del griego “glossa”, que significa lengua, y de “fobos”, que significa miedo. Pero si bien el miedo es adaptativo, porque nos ayuda a prevenir el peligro o una amenaza, la fobia como exageración de esa emoción puede llegar a bloquearnos. Por eso, cuando nos referimos a la experiencia de hablar en público, se suele decir que un poco de miedo o ansiedad no está mal, en la medida en que no llegue a un estado de fobia que requiera ser tratado por un profesional de la psicología o la psiquiatría, porque nos permitirá esta más atento al aquí y ahora. 

Ese mínimo de ansiedad tiene que ver muchas veces con ideas irracionales en las que se pone en el centro de atención la identidad de la persona, el miedo al ridículo, a olvidar la letra o perder el hilo del discurso, que se note un mínimo de nerviosismo, pensamientos recurrentes de gran parte de la sociedad.

 Gran parte de la sociedad padece de este miedo, que en muchos casos no llega a ser lo que se denomina fobia social, pero sí hace que muchos no puedan obtener el desarrollo profesional que tanto anhelan, una buena relación o expresar una gran idea.

Cada uno de nosotros procesa la información que le llega a través de los cinco sentidos a través de filtros mentales y emocionales que seleccionan que nos será útil en ese momento. Y eso es lo que nos hace únicos. Cada uno de nosotros percibe a través de sus propios filtros, que están formados por el lenguaje, valores, creencias propias o heredadas (familia, amigos, entorno), emociones, estados de ánimo, mandatos sociales y la culturade la que formamos parte. 

Entre esos pensamientos, hacemos juicios de valor de nuestras capacidades: “yo no nací para esto”; “no puedo, no me gusta”; o “yo no sirvo para…”. Y el problema es que vivimos esos juicios o creencias, como si fueran algo inmutable, pero pensamos que es tan real como  el jarrón que tengo delante.

Vivimos en función de nuestros pensamientos, y como lo hacemos en total transparencia, sin darnos cuenta del momento presente, no podemos siquiera preguntarnos si esa creencia de que no puedo hablar delante de otros tiene que ver conmigo o con algún miembro de mi familia, que traigo de niño. Porque en este conjunto de vertientes traemos lo que nos contaron nuestros padres, abuelos y tíos; amigos, experiencias mías y ajenas, y todo eso va conformando mi realidad. Creencias heredadas de las que no soy consciente.

Sucede que muchas veces no nos damos cuenta de la cantidad de pensamientos y creencias que llevamos en nuestra mochila, que no hemos elegido. Es inevitable. Nuestro subconsciente nos traerá creencias todo el tiempo, y esas vendrán aparejadas con emociones y comportamientos. Lo importante es poder distinguir lo que nos sirve y es útil de lo que nos limita. 

Pero la buena noticia es que esas creencias se pueden identificar, se puede trabajar sobre ellas, y como no son inmutables se pueden cambiar dentro del lenguaje como generador de realidad. Y una vez que las cambiamos podemos generar nuevas creencias, de posibilidad. 

Eso que nos parecía imposible desde el “yo no sirvo para…” era algo que se contaba la abuela Marta, y cuando me doy cuenta puedo reconocer que eso no tiene que ver conmigo, y puedo decir “yo sí puedo…”

Sobre Glosofobia

La Glosofobia es un trastorno de ansiedad específico en el que la persona experimenta temor ante la acción de hablar en público.

En 2015, un estudio publicado por el National Institute of Mental Health de Estados Unidos publicó un estudio que revelaba que el 74% de los americanos sufría ansiedad de hablar en público, esto es 3 de cada 4 personas. Del mismo estudio, se extrajo que de las 10 fobias más comunes que sufre la población norteamericana, el pánico a hablar en público o miedo escénico ocupa el primer puesto, por encima incluso del miedo a la muerte, a las arañas o a la oscuridad.

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